El panadero milagroso que revivió su aldea fantasma

La experiencia

«No te dejes joder por la nostalgia», le advirtió Alfredo-Noiret al pequeño Totò de «Nuovo cinema Paradiso» aconsejándole que no mirara atrás, que se olvidara de Sicilia, «tierra malvada».

Maurizio Spinello, en cambio, amasaba el pan con nostalgia, vivía cada día, optaba contra todo y contra todos por no dejar su pueblo de once habitantes perdido en el campo de la isla.

Santa Rita, a once kilómetros de Caltanissetta, entre los pueblos de Delia y Sommatino, es ahora un recorrido con degustación que no debe perderse. Una experiencia que incluye una visita al pueblo y una experiencia de elaboración de pan con Maurizio.

El pequeño pueblo fue construido en 1920 por un barón, Ignazio La Lomia, para los campesinos de su feudo que con el tiempo han adquirido la propiedad de las casas, cubos bajos de piedra sobre los que se levanta la iglesia dedicada al santo patrón, dedicada por el barón a su esposa en 1935.

Ir a visitar a Maurizio Spinello en su panadería (hoy también pizzería, trattoria, taller de pasta y pizza) significa degustar pan, pizza, pasta con un sabor único, pero sobre todo respirar el aroma de la esperanza.

Porque Maurizio, hijo de campesinos muy pobres, ha ganado su apuesta con su vida, un reto personal que huele a historia universal. Y eso cuenta cómo desde los suburbios, desde la tradición, desde el regreso a la naturaleza y sus ritmos, puede comenzar una historia empresarial que, partiendo de la pobreza y el sacrificio, hoy involucra a veinte empleados. Su pan, elaborado únicamente con granos antiguos y ecológicos, ha recibido importantes premios y ahora se envía al otro lado del mundo. No hay rastro de levadura de cerveza, por lo que se mantiene fresca durante quince días. Solo hay harina, agua, sal y media luna, es decir, la masa madre hecha de pan ya leudado. Cada vez que Maurizio hace pan, toma un trozo de masa y lo guarda para la próxima vez, una cadena que nunca se rompe.

Los productores de los alrededores han comenzado a cultivar granos tradicionales, mucho más sanos y digeribles, que casi se habían extinguido.

Y ese pueblo casi despoblado hoy, gracias a él, se ha convertido en un destino para gourmets y visitantes.